CHAMPIONS LEAGUE: WOLFSBURGO VS REAL MADRID

El Madrid se estrella contra sí mismo y contra el árbitro

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Cristiano Ronaldo, con gesto cabizbajo. (Reuters)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Como Paquirrín en la EGB, Zidane repetía. Diez de los once héroes del Camp Nou saltaban al césped del Wolkswagen Arena dispuestos a dar otro pasito hacia la Undécima. Entraba Danilo por Carvajal en el lateral derecho, después de que el brasileño descansara en Barcelona luego de volver de jugar con Brasil. El resto, el equipo que Zizou quiere que el madridismo se sepa de carrerilla de aquí a final de temporada. Con estos será el éxito o el fracaso.

El milagroso Keylor rezaba bajo los palos, escoltado por el mencionado Danilo y su compatriota Marcelo en los costados y el viejo dueto Ramos-Pepe por el centro. Delante Casemiro, equilibrista y tapón, el hombre del trabajo sucio con sus timbales, con Kroos y Modric por delante para tocar los clarines del juego ofensivo del Real Madrid. Y como guinda del pastel, la BBC, los chicos del coro en el ataque de Zidane que, aunque no se lo crean, coincidían de inicio en un partido por primera vez en esta Champions.

Al minuto ya había marcado Cristiano, pero estaba –aunque fuera por muy poco– en fuera de juego y en fuera de juego, salvo que seas del Barça, los goles no valen. Acertó Rocchi a instancias de su asistente. Y a los tres minutos Luiz Gustavo empujó a Bale –también poco– dentro del área. Eso en el Camp Nou si el que cae en el área es Neymar es penati, en el resto de campos del mundo no. Así que no lo fue.

Gobernaba el partido el Madrid y no le importaba defenderse al Wolfsburgo, asumiendo sin rubor su papel de David en la desigual pelea. Los de Zidane, igual que Pablo Iglesias, atacaban por la izquierda. Marcelo y Cristiano mezclaban como la ginebra y la tónica y el combinado le daba dolor de cabeza a la zaga alemana. En una contra tuvo la primera ocasión el Wolfsburgo culminada por Henrique con un manso cabezazo que murió en las manos de Keylor.

Y a los 13 al Madrid le golpeó la mala suerte. Benzema recibió un pase entre la descolocadísima zaga alemana y se plantó solo ante Benaglio, tenía a Cristiano a su izquierda, pero se empeñó en marcar y su tirito, ya renqueante de la rodilla, lo sacó el portero del Wolfsburgo con un pie salvador. Mientras, Jesé empezaba a calentar para suplir al francés.

Un penalti imaginario y la pereza

Y al cuarto de hora Rocchi se disfrazó de Felix Brych y se inventó un penalti de Casemiro en una acción en la que Schürrle se golpeó a sí mismo. Al Real Madrid no sólo le tangan en España, también en Europa. Lo marcó, paradinha incluida, Ricardo Rodríguez, el lateral zurdo que el equipo blanco tiene en el punto de mira. A los blancos se les ponía cuesta arriba un partido que parecían tener controlado.

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Ricardo Rodríguez marca de penalti. (AFP)

Pero los de Zidane estaban demasiado calmados, como si el partido no fuera de Champions sino un amistoso en China. Ni se enfadaron con el penalti y cuando te pitan un penalti que no es, lo mínimo es rebotarse. Y entonces, con el Madrid en plena relajación, llegó el segundo del Wolfsburgo. Marcaba Arnold a pase de Henrique mientras los zagueros y mediocampistas del Real Madrid tenían puesto el gorro del spa. Fue una demostración de pereza colectiva sólo al alcance de unos quinceañeros de botellón en un parque.

La demostración de impotencia de Pepe era palpable. Si Paco Jémez hubiera sido el entrenador, le habría cambiado antes de la media hora. Pero no era el único. Ramos no le cogía el hilo al partido y Marcelo había dimitido de retroceder. Kroos y Modric andaban desaparecidos y el Madrid había perdido el oremus. Los aficionados del Wolfsburgo no se podían creer que su equipo fuera ganando 2-0. Se pellizcaban, se hacían cosquillas y fotografiaban el marcador para enseñarselo a sus nietos.

A la media hora pudo marcar Benzema, pero su cabezazo se fue arriba. Al Madrid le faltaba tanto fútbol como puntería. Y le sobraban dudas. Draxler, un virguero sin carácter, empezó a crecerse y hacía chicuelinas con la pelota mientras los jugadores del Madrid se limitaban a la vida contemplativa como Fray Luis de León. Y el brasileño Henrique estaba reventando a Marcelo una y otra vez.

A los 40 minutos entraba Jesé por Benzema, que jugó media hora cojeando mientras Zidane esperaba a que se curara por arte de magia. El Real Madrid no marcaba ni de falta. Bale echó arriba un libre directo al filo del descanso que hubiera dado a los de Zidane un poco de aire. El partido se empezaba a poner en japonés y la eliminatoria también. Las caritas de los madridistas camino del túnel de vestuarios eran una canción de Álex Ubago: tristes, melancólicas, apocadas.

El Madrid no agita el partido

En la reanudación el Real Madrid salió dispuesto a marcar al menos un gol que minimizara los daños. Ramos y Pepe adelantaron la defensa para intentar acortar a un equipo demasiado largo. Cristiano tuvo la suya después de una cabalgada de Bale por la izquierda, pero su remate picudo dentro del área se marchó desviado.

Pero el Madrid seguía cometiendo pecado de pereza. El partido estaba frío y los de Zidane no lo agitaban. Draxler jugueteaba con Danilo, que volvía a ser un lateral torcido. Bale intentaba asomarse al duelo y un centro suyo lo cabeceó arriba Cristiano en el minuto 57.

Los blancos eran unos pirómanos que no se cansaban de jugar con fuego. Un error infantil de Casemiro estuvo a punto de costarle caro al Real Madrid, pero la carrera de Ramos evitó el tercero. Zidane metía a Isco por un Modric intrascendente. El croata lleva un mes flojo y su equipo lo nota. En el 67 perdonó Schurrle el 3-0 después de una contra en la que los jugadores blancos tardaron en bajar lo que se tarda en leer Los Pilares de la Tierra.

Perdona Cristiano

En el 72 Cristiano Ronaldo debió marcar tras un buen pase filtrado por Isco, pero la salida de Benaglio evitó el tanto del luso. El Madrid era la verbena de La Paloma. Atacaban con el desorden del patio de colegio y no bajaba nadie, como si hubiera cocodrilos al otro lado de la divisoria.

Eran ataques desesperados, frutos de la precipitación y no del fútbol. Impotentes, ofuscados y atrapados en el ordenado planteamiento del Wolfsburgo, los madridistas se desangraban con el paso de los minutos. El partido del Real Madrid era pura infamia. Si se compara con lo que ocurrió hace cuatro días en el Camp Nou, ni siquiera parecía el mismo deporte.

Keylor sacó en el 88 una mano a Kruse que al menos mantenía al Real Madrid vivo (o medio muerto) en la eliminatoria. El partido se acabó y el Real Madrid confirmó la hecatombe. Fue un siniestro total de un coche, el que conduce Zidane, que es muy bonito por fuera, con una carrocería muy brillante y unas llantas para fardar, pero que por dentro es un coche que no tiene motor, ni carburador, ni nada de nada. Un coche que sirve para presumir cuando lo tienes aparcado, pero que cuando sale a carretera, le adelanta hasta el camión de la basura. Un coche para lucirlo pero no para conducirlo. Un coche de mentira.

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